miércoles, 3 de septiembre de 2014

No vives de ensalada

Ayer me llegó un volante de un lugar en el barrio donde trabajo, en donde podes comer pizza vegana.
Nunca comí nada vegano, que yo sepa.
Me dio mucha curiosidad. El volante decía que había que hacer una reserva y podes ir a comer a puertas cerradas.
Más curioso aun.
Sin dudarlo con una de las chicas que trabaja conmigo, decidimos que teníamos que ir.
Hoy, busqué el volante y llamé para reservar una mesa.
Ninguna de las dos tenía idea qué podía llegar a pasar. Pero nos divertía el hecho de probar algo nuevo.
Creo que así empiezan los drogadictos.
La  cosa es que llamé, hice la reserva, me pasaron la dirección y me dieron la palabra clave.
Si, para entrar necesitas una contraseña. No sé cuál es la intención de pautar una palabra clave siendo que puede llamarte cualquiera y reservar. Nada.
Nuestra palabra clave era "rococó".
Me gustó nuestra contraseña.
13.30hs estábamos las dos tocando timbre en el lugar indicado, ansiosas porque nos pidieran nuestra palabra clave.
Nunca pasó.
Nos atendieron y nos vinieron a abrir. Nunca nadie en ningún momento nos pidió ninguna palabra secreta de nada.
Un fiasco. Yo quería que me preguntara.
El lugar es una edificio, viejo, con muchos departamentos.
El departamento al que íbamos era el T.
Caminamos el pasillo largo, subimos las escaleras hasta el primer piso y nos abrieron.
Un departamento, común y corriente, acondicionado para recibir no más de diez o doce personas. En dos o tres grupos. Mesones, sillas para algunos, bancos para otros, manteles lindos, mucha luz, linda música. Un lugar agradable. Una casa a la que me gustaría ir.
Nos sentamos en nuestra mesa, que estaba lista, claro. Hicimos nuestra elección de gustos de pizza  y pedimos limonada para tomar.
Hasta ese momento no tenía idea qué podían llegar a traernos. Estábamos las dos expectantes.
Nos trajeron una pizza, rica.
El queso tenía una consistencia particular. No fea. Distinta. Rara. Rico. La masa de harina integral. Tomate, rúcula, aceitunas, berenjenas. Rico
Estaba todo rico.
Nos trajeron, cuando terminamos, té. Tomamos rico té.
Charlamos un montón, pudimos hablar tranquilas  de todo un poco. Eso me gustó.
Pagamos y nos fuimos.
Salimos, llenas y contentas. Yo al menos.
Probar cosas nuevas de una manera totalmente distinta está bueno.
Debería animarme más a estas cosas.

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