viernes, 27 de diciembre de 2013

Tradición

Hace muchos años, más de diez, que no paso año nuevo con mis viejos.
A veces con mis padrinos, a veces en Mendoza, a veces con amigos.
Lo mejor que tienen mis viejos, como padres, es que me dejan ser libre y no me atan a ellos bajo ningún punto de vista.
Quizás el 31 de diciembre sea igual al último día de todos los meses. Quizás no.
Para mi es el punto de partida. El 1 de enero empiezo a organizar mi vida  y mi cabeza para poder cumplir con el objetivo que me marqué a las doce.
Objetivo que pienso y analizo todo el mes de diciembre.
La forma de terminar un año y empezar el próximo condicionan el poder cumplir o no con ese objetivo.
Hace mucho años elijo y pienso bien dónde empezar el año nuevo.
Lo único en lo que se parecen todos los lugares que elegí, a lo largo de estos últimos años, es en que tiene que ser en donde yo me sienta cómoda y esté tranquila.
Es una especie de tradición propia y absolutamente egoísta.
Este año ese lugar cumple absolutamente con esas dos condiciones.
Tengo muchas ganas de terminar el año viejo y muchas más de empezar el nuevo.
A veces creo que hago las cosas bien.

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